viernes, 28 de septiembre de 2007

Capote: Una perspectiva a sangre fría.



En febrero del año 2006 estaba cómodamente sentado en una butaca de un auditorio del Centro de Convenciones de la ciudad de Cartagena, en el marco del Festival Internacional de cine. Estaba expectante, esperando una película que prometía mucho. Antes de empezar la función alguien subió al escenario y anunció lo que muchos esperaban que pasara esa noche: Philip Seymour Hoffman acaba de ganar el Oscar a mejor actor. El hombre bajó y empezó la proyección de la película, los murmullos cesaron al instante y todas las miradas se centraron en la pantalla para disfrutar de Capote.

La película narra una etapa de la vida del escritor estadounidense Truman Capote, en la que escribe la novela que le daría mayor reconocimiento a nivel mundial: A sangre fría. Es el año de 1956, Capote es un icono del jet set neoyorkino. Un día lee un artículo en el New York Times que relata el asesinato de los cuatro miembros de una familia de granjeros, los Clutter, en Holcomb, Kansas. El escritor se siente atraído y decide que quiere escribir sobre ella. Viaja hasta el lugar donde sucedieron los hechos, al principio le cuesta mucho ganarse la confianza de los habitantes de esa zona del país tan tradicionalista, debido a su amaneramiento y su peculiar forma de hablar y vestir pero al final logra, incluso, conocer los pormenores de la investigación que dirije Alwin Dewey, el agente a cargo de la Oficina de Investigación de Kansas. Durante la recopilación de información capturan a los asesinos en Las Vegas, Perry Smith y Dick Hickock. Los trasladan a Kansas donde son juzgados, encontrados culpables y condenados a la pena de muerte. Capote empieza a visitarlos en la cárcel para escuchar sus historias: en ese momento empieza una lucha de sentimientos en él porque hace todo lo posible para evitar que los chicos sean ejecutados pero a la vez sabe que necesita que mueran para que su novela tenga el impacto que el desea. Es por eso que mientras desarrolla la novela se enfrasca en serios problemas de alcoholismo y drogadicción que al final lo llevarían a su destrucción.


Hay dos cosas que llaman la atención de esta película, primero el tema: el choque de las dos Norteaméricas, el país seguro y protegido que los Clutter conocían y el país amoral y desarraigado en el que vivían los asesinos; el segundo es la magistral desempeño de Hoffman que logra transmitir con su grandiosa interpretación lo que debió haber sentido Capote en la encrucijada de no querer que los asesinos murieran pero deseandolo para que su libro tuviera éxito, además de que, con su actuación, se convierte en una fiel copia del escritor de New Orleans.